La producción moderna de aceite de soja representa un desafío técnico que demanda no solo eficiencia, sino un compromiso serio con la sostenibilidad y el manejo responsable de los recursos. Desde la selección inicial del grano hasta el envasado final, cada etapa involucra tecnologías avanzadas y procesos optimizados para obtener un producto de alta calidad. A la par, la valorización de los subproductos —principalmente la harina de soja (o harina de soya) y la lecitina de soja— refleja una filosofía empresarial que prioriza la eficiencia ambiental y el uso racional de materias primas.
El proceso comienza con la limpieza y acondicionamiento del grano, donde se eliminan impurezas para garantizar un producto final libre de contaminantes. Para esta fase, se utilizan tamices vibratorios de alta precisión y sistemas de aspiración controlados, que permiten tratar hasta 10 toneladas por hora con una eficiencia que supera el 99% en la remoción de partículas no deseadas.
Posteriormente, el grano pasa a una prensa de tornillo mediana (ver imagen), que optimiza la extracción primaria del aceite. Esta tecnología, al garantizar una presión controlada y una temperatura óptima, obtiene un rendimiento de aceite superior al 18% con bajo impacto sobre la calidad lipídica.
La extracción es seguida por un sofisticado proceso de refinación que incluye desalado, desgomado y desodorización, utilizando equipos de alta capacidad como las torres de fraccionamiento especializadas. Estos sistemas garantizan la eliminación de impurezas y compuestos indeseados, asegurando un aceite limpio, transparente y estable para su comercialización.
La empresa ha integrado recientemente innovaciones que optimizan la eficiencia productiva y reducen el impacto ambiental. Por ejemplo, la incorporación de sistemas automáticos de control de temperatura en la prensa reduce pérdidas térmicas en un 12%, y el uso de sensores avanzados en la refinación minimiza los residuos sólidos generados.
En cifras concretas, esto se traduce en una tasa de extracción del aceite que supera el 19% y una pureza del producto final superior al 99.7%, resultados que posicionan a la empresa como líder en calidad y eficiencia dentro de la industria oleaginosa.
Más allá del aceite, los subproductos provenientes de este proceso abren oportunidades significativas. La harina de soja, que constituye aproximadamente el 78% del residuo sólido tras la extracción, se destina a la alimentación animal, garantizando un alto contenido proteico (alrededor del 44%) y valor nutricional imprescindible para la industria agropecuaria.
La lecitina de soja, extraída mediante métodos avanzados de separación y purificación, se utiliza como un valioso emulsionante natural en la producción de alimentos y en la industria cosmética, destacándose por su funcionalidad y compatibilidad ambiental. Su volumen representa cerca del 1.5% del total de materia procesada, pero su valor agregado es considerable.
La gestión integral de la línea de producción demuestra una sensibilidad ambiental clara y un entendimiento profundo de los principios de economía circular. Cada recurso es optimizado, reduciendo desperdicios y emisiones, alineándose así con las demandas globales de producción responsable.
Este rigor técnico refleja la filosofía de la compañía: calidad suprema, innovación constante y respeto por el entorno. Con controles estrictos que garantizan la trazabilidad en todas las etapas, la empresa logra construir una cadena de confianza que convence a sus socios y clientes internacionales.
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